Una vieja historia conocida por todos. ¿Necesitamos forrarnos con una faja de sudoración o varias capas de ropa para perder más grasa? La respuesta es un NO rotundo y contundente. ¿Por qué? Para empezar, sudar no es sinónimo de perder grasa. Lo sería si por los poros de nuestra piel segregáramos un líquido amarillento y denso (grasa) y no una sustancia parecida al agua (sudor). Parece de tontos, pero muchos aún no han llegado a saber que la grasa no se suda ni se activa una especie de mecanismo de pérdida inmediata de ésta a través del sudor. Es biológicamente imposible en el ser humano. Las fajas de sudoración (e incluso de tonificación he llegado a ver en algún anuncio) no sirven absolutamente para nada, simplemente proporcionan calor extra a nuestro cuerpo y, además, provoca una deshidratación más intensa por la cantidad de sudor que perdemos. El viejo truco de pesarse después de correr forrados de capas y capas de tela o neopreno no sirve para nada porque es agua. Un piloto de Fórmula 1 puede perder en torno a 3 kilos en sudor, pero los recupera con una correcta hidratación tras la carrera. No os asustéis los principiantes. El sudor es un mecanismo de regulación de temperatura corporal y refrigeración. Si empezamos a sudar se debe fundamentalmente a que nuestra temperatura corporal está aumentando y uno de estos factores (aparte del climático) es el ejercicio físico. Está demostrado que el mecanismo de quema de grasa corporal se activa generalmente a los 30 minutos del comienzo de la práctica deportiva cardiovascular aunque, ¡Ojo!, con el trabajo de fuerza también podemos perder grasa si la intensidad es suficiente y está bien repartido en el tiempo. Resumen: NO, provocar una sudoración extrema durante el ejercicio no nos viene bien para nuestros objetivos de perder grasa, no es ni saludable, ni recomendable.